En 1990, el escritor de best sellers estadounidenses Michael Crichton editó “Parque Jurásico (“Jurassic Park” en inglés), sin poder sospechar que tres décadas después sus páginas se iban a transformar en una multimillonaria franquicia literaria, cinematográfica, parque de diversión y videojuegos. La idea era simple: entrelazar a los siempre atractivos dinosaurios con una nueva tecnología para traerlos a la vida. Más allá de sus filosos dientes, ¿qué podía salir mal?

La potencia de la historia atravesó ya tres generaciones y miles de horas de pantalla (en el cine o en la televisión), transformada en un clásico desde la primera película de 1993, dirigida por Steven Spielberg. El tiempo no le hace mella a la trama: humanos al borde de la muerte por algo que ellos mismos hicieron en contra de la naturaleza. A una primera tanda de tres películas hasta 2001 le siguió un largo vacío hasta 2015 cuando comenzó la segunda parte de la trilogía, llamada “Jurassic World” y que hoy cierra saga con el estreno en el país del filme que lleva el elocuente subtítulo “Dominio” (en el medio están “El reino caído”, el cortometraje “Battle at Big Rock” y la serie animada “Jurassic World: Campamento Cretácico”).

La nueva producción enlaza el comienzo y el final (aunque nadie supone que sea la última; más bien, se piensa que habrá más que abrirán un nuevo ciclo con otro elenco) con el regreso de los atractivos personajes del filme original, que en sí mismo son una invitación a la nostalgia. Así, Laura Dern como la doctora Ellie Sattler, Sam Neill como Alan Grant y Jeff Goldblum como Ian Malcolm (ya había aparecido en la trilogía que hoy concluye) se suman fuerte a los protagonistas más recientes, Bryce Dallas Howard, Chris Pratt, DeWanda Wise e Isabella Sermon. La contrafigura es encarnada por Campbell Scott como el dueño de un laboratorio que experimenta con dinosaurios para lograr avances que mejoren la calidad de vida humana. La dirección es de Colin Trevorrow, para rodar más de dos horas y 20 minutos de atractivo despliegue visual.

Los críticos que ya vieron la producción la consideran superior a las precedentes, pero sin el encanto de la tanda inicial, más allá del notorio avance de la tecnología en filmación y de los efectos especiales de estas décadas. La historia sigue el relato en forma cronológica: se sitúa cuatro años después de la destrucción de Isla Nublar, con los dinosaurios habitando y controlando todo el planeta, en una convivencia muy particular con los hombres (uno ocupa mayormente la zona rural y agreste en toda la superficie y el otro, las ciudades; pero ambos pasan los límites sin inconvenientes).

Ese equilibrio es extremadamente frágil, y un nuevo problema le pone alta tensión a la situación inestable entre dos razas que, en su ser íntimo, ambicionan ser la dominante de la Tierra. En esa línea, la idea de decidir sobre la vida (otorgándola y extinguiéndola), bien puede ser leída como una referencia a la responsabilidad sobre la naturaleza en tiempos de manipulación genética y cambio climático, más otros eventos impredecibles.

El formato es previsible, con escenas de mucha acción, persecusión y sangre, entrecaladas con momentos de humor y diversión, con una pizca de sorpresas y la aparición de nuevas especies entre las que sobresale el Giganotosaurus carolinii, descubierto en la Patagonia argentina donde vivió hace 96 millones de años y definido como “el mayor carnívoro que se haya visto en el mundo”, según el paleontólogo que personifica Neill.

Hay un lazo particular entre el gigantosaurio argentino (medía unos 13 metros de largo y tres metro de alto) con la primera producción de la saga. Sus restos fueron descubiertos el mismo año que la película inicial, y el próximo año se cumplirán tres décadas. Su descripción en la pantalla lo presenta como el gran villano de la historia, con un componente cruel en su comportamiento que no es propio de los animales.

Pero a nadie le importa la precisión científica de un entretenimiento de alto nivel, como viene entregando la sucesión de realizaciones de esta saga. Trevorrow lo sabe con certeza: dirigió la primera entrega de “Jurassic World” y vuelve a hacerlo ahora, pero fue el responsable principal del guión de la tríada reciente. Con un presupuesto de U$S 165 millones, habrá que calcular lo que esta vez logra recaudar.